miércoles, 21 de julio de 2010

Informe de Javier Sopeña

El Aaiún, 18-07-2010


Me encuentro en la capital de los territorios ocupados del Sáhara Occidental desde hace cerca de dos meses. En general, mi labor aquí consiste en apoyar a los activistas saharauis. Esto incluye diferentes tareas, entre las que se encuentra la realización de misiones de acompañamiento con delegaciones saharauis que vuelven a los territorios después de haber viajado a los campamentos de refugiados.

En esta ocasión, acudo sobre las cuatro de la tarde en compañía de Sidahmed Lmjyed y Sloh Deila a la casa de la familia de Ozman Ndour, pues allí se celebrará el recibimiento de la delegación. A la entrada de la calle, varios policías de paisano nos pidieron la documentación. En ese momento nos percatamos de que la policía había cortado la calle, como es habitual en estas situaciones, para evitar la entrada de saharauis. Tras revisar nuestra documentación, nos permiten seguir nuestro camino hasta la casa de Ozman. En este trayecto observamos varias furgonetas de antidisturbios, además de un gran número de policías de paisano. Al entrar en la casa nos encontramos con muchos activistas saharauis y además a cuatro españoles procedentes de Canarias. Estos son José Vicente Febles, Laura Gallego, Lorena López y Cecilia Alvarado. Pasamos un rato charlando e intercambiando opiniones, tras lo cual Sidahmed nos pide que bajemos para poder comprobar cómo la policía impide la entrada de la mayor parte de saharauis que intentan acceder a esta calle. En varias ocasiones, se producen discusiones airadas entre saharauis y policía de paisano. Mientras estamos en la calle, un miembro del gobierno de El Aaiún y varios policías de paisano se nos acercan para pedirnos los pasaportes. Se los llevan y tras un buen rato vuelve el mencionado miembro del gobierno para devolvérnoslos, al tiempo que me pide que advierta a los canarios de que si no van al hotel, tendrán que asumir la responsabilidad de lo que les suceda. Me lo dice porque me conoce de otras situaciones similares. Alrededor de las nueve de la noche, los saharauis nos avisan de que la delegación ya ha aterrizado en el aeropuerto de El Aaiún. La delegación tarda en llegar a la ciudad porque son retenidos durante más de una hora en el aeropuerto. Llegan a la casa en varios coches. En ese momento José, Cecilia, Lorena y yo nos posicionamos a ambos lados de la puerta para disuadir a la policía de cargar contra los saharauis. Laura se posiciona en una ventana para registrar todo lo que suceda con su cámara de fotos. Apenas da tiempo de que los miembros de la delegación bajen de los coches, cuando, de repente, toda la policía de paisano sale corriendo en dirección la puerta de la casa, arremetiendo contra todo lo que se encuentra en su camino.

En ese momento empiezo a recibir puñetazos y patadas por todos lados. Me pongo de cuclillas contra la pared y me cubro la cabeza con las manos mientras uno o varios policías me patean la cabeza. No puedo determinar quién o quienes me atacaron pues en ese momento me resultaba imposible levantar la vista. Consigo parar las patadas que se dirigen a mi cabeza con los brazos, pero en algún momento un policía me da un puntapié en la espalda, en la zona en la que se encuentra mi riñón izquierdo. Tras este golpe, me zafo como puedo hacia la puerta de la casa y consigo entrar el último. Cuando entro, los saharauis cierran la puerta. Me ayudan a subir las escaleras hasta el primer rellano. Aquí descanso unos segundos y siento un terrible dolor en el riñón. Apenas me da tiempo de tomar conciencia de lo que acaba de suceder, cuando veo volar un pedrusco y una lluvia de cristales rotos de una ventana justo a mi lado. La policía está apedreando la casa desde la calle. Sigo subiendo las escaleras agachado con varios saharauis hasta llegar a la estancia donde se encuentran todos. Los saharauis han tapiado las ventanas usando mesas y han colocado una barricada en la puerta que da a la azotea. Todos los niños están llorando aterrados. Una muchacha joven tiene un ataque de ansiedad y no puede respirar. Hay saharauis heridos. Hace un calor insoportable pues hay demasiada gente en la casa y al estar la puerta de la entrada y la azotea cerradas, no corre nada de aire. Encuentro a Laura y a Cecilia, preocupadas por todo lo que ha pasado y porque además no saben nada de José y de Lorena. Comprueban que no están en la casa, por lo que pensamos que se los ha llevado la policía. En un momento dado, oigo golpes en la puerta de la entrada.

Los saharauis se ponen nerviosos. Los niños comienzan a llorar de nuevo. Las mujeres se escudan con cojines. Pasa un rato y parece que la cosa se tranquiliza. Es la policía que intenta sembrar el terror entre los que estamos en la casa. Pasa el tiempo y Cecilia y Laura me dicen que la policía ha llevado a los dos españoles desaparecidos al hotel. Los saharauis retiran la barricada de la azotea, quitan las mesas de las ventanas y abren la puerta de la entrada. Entra en la casa un saharaui que trabaja en la Casa de España para negociar. Laura baja a la calle y habla con Mariano Collado, miembro de la misma institución, que se encuentra en frente de la casa con José y Lorena. Yo sigo dentro de la casa mientras todo esto sucede. Mariano, en lugar de subir para hablar, me llama por teléfono. Hablamos un rato. Me cuenta que los españoles deben salir de la casa, porque la policía quiere entrar y cargar contra los saharauis que hay dentro. Que si no salimos van a cargar igualmente. Le digo que yo me voy a quedar en la casa y que sea lo que Dios quiera. Cecilia y Laura deciden, tras larga deliberación, acceder a la petición de Mariano y salir. Ahora son más o menos las cuatro de la madrugada. Abdelahi Aljfawni, uno de los miembros de la delegación, decide salir de la casa. La policía le registra, le hacen una foto y le interrogan. Después le dejan marchar. Dah Hassan, otro de los miembros, decide salir de la casa para ir a ver a su madre. La policía le arresta inmediatamente. Otro saharaui, Deiu Baba, también decide intentar salir. Es detenido en el acto y llevado a comisaría. Cuando amanece, Ozman Tanaja, de la delegación, sale a la puerta de la casa e ipso facto la policía le golpea y le introduce en una furgoneta, para llevarle a comisaría. Otro miembro, Sidi Sbai sale y es cacheado, interrogado, fotografiado y llevado a la comisaría. Los demás saharauis van bajando en grupos reducidos, siendo algunos de ellos interrogados. Es más o menos media mañana ya, y en la casa sólo quedan algunos familiares y amigos de Ozman Ndour. Una mujer de la familia nos avisa de que la policía va a subir para registrar la casa. Suben doce policías de paisano, entre los que se encuentra el miembro del gobierno al que se hace referencia al comienzo de este documento.

Se llevan a Labras Mustafa a comisaría. Varios policías nos fotografían y nos graban en vídeo mientras otros registran la casa. Se marchan. Cuando veo que la situación se normaliza, me despido de la familia. Al salir a la calle veo que los coches de los saharauis están destrozados. Veo que hay un coche de policía de paisano en frente de la casa. La calle ya no está cortada y la gente puede andar tranquilamente. Aún así veo algunas furgonetas de antidisturbios que continúan haciendo guardia. Me dirijo, cojeando por el dolor en el riñón, a casa de Sidahmed para descansar por fin. Sidahmed me comenta que al tiempo que todo esto sucedía en la casa de Ozman Ndour, los saharauis se estaban manifestando en la calle Skekima. La policía cargó contra ellos y los heridos se estiman en una veintena. Son las diez de la noche cuando Sidahmed me informa de que los saharauis arrestados han sido liberados.

Se respira un ambiente extraño. Comparto con los saharauis la sensación de que, en cualquier momento, Marruecos volverá al ataque.

Firmado: Javier Sopeña
Fotografía: Laura Gallego

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